¿Qué es el arte?, se podría preguntar uno, al estilo de esos filósofos clásicos que se pasaban el día haciéndose preguntas hipotéticas y espirituales, y luego dándose la respuesta ellos mismos (no debían tener mucho más que hacer, los pobres). La réplica literal a esta cuestión sería: «Actividad en la que el ser humano recrea, con una finalidad estética, un aspecto de la realidad o un sentimiento en formas bellas valiéndose de la materia, la imagen o el sonido.» De nuevo, para uno de esos antiguos, sería una definición perfecta, en la simplicidad de su época; ahora, sin embargo, hay que estirar la respuesta un poco más.

Porque un día alguien dijo que el arte está en los ojos del que lo ve; es decir, que la expresión artística, sea por la vía que sea, no parte del creador, sino del que la recibe e interpreta. Quiere decir que, si a cualquiera se le ocurre hacer un garabato en un papel, y a otro le parece que le inspira belleza, estamos ante un artista que ha creado una obra de arte. Y eso, amigo mío, complicó todo, porque convirtió esta disciplina en algo subjetivo. A partir de ahí se acabaron las normas, los cánones y todo resquicio de disciplina, aunque en ese momento nadie se percatara de ello. Porque, aparte de unas cuantas nociones básicas, ¿qué se podría enseñar como una lección absoluta, si el resultado dependía del público y no del autor?

Es por eso que ahora tenemos lo que llamamos el «arte fusión» o «arte alternativo«; que no es más que coger una disciplina artística (música, pintura, escultura, cine o fotografía) y realizarla al completo libre albedrío del autor. Porque, como ya he dicho, si encuentra un público al que inspire cualquier cosa, eso ya será una obra de arte hecha por un artista. En nombre de esta libertad artística, también se permite de todo en estos tiempos, ¿o no has oído la frase «no se puede censurar el arte»? Totalmente de acuerdo en que la censura no lleva a nada bueno, y que debemos ser libres para expresar todo lo que salga de nuestra mente y espíritu; pero acuérdate que tu libertad acaba cuando empieza la de otro.

En fin, que la definición de arte ha quedado bastante desvirtuada de lo que era en un principio, y eso tiene cosas buenas y cosas malas. Por ejemplo, fue así que la pornografía llegó a la categoría de cine y, por ende, de expresión artística, mal que le pese a muchos. Ahora queremos demonizarla, pero incluso a una sociedad tan reprimida hasta hace nada como la española no le ha quedado más remedio que adaptarse a las nuevos tiempos y a esta clase de arte. El porno español no es una industria muy desarrollada en nuestro país, es cierto; pero en las últimas década han sonado nombres españoles en la industria pornográfica internacional. Y qué decir de los actores y actrices españoles que acaparan las webs porno, llenas de videos y fotos xxx, y que tienen millones de seguidores en todo el mundo. Si nos atenemos a la definición de arte alternativa, no puede ser más exacta, porque toda esa gente considera que los videos porno le generan bellos sentimientos… y otras cosas más.

Además, el trabajar en la industria pornográfica no tiene por qué cerrarte puertas, ni evitar que puedas hacer carrera en otro sector artístico. Por cierto, ¿consideramos a las webcamers, youtubers, tiktokers e instragramers unos artistas, o solamente creadores de contenido? Cuidado, porque millones de seguidores avalan sus videos. Y en este sentido, los hay que pueden alternar con total soltura varias ocupaciones en su vida; como Cecilia Sopeña, una actriz porno española, que a sus treinta y pocos años ha sido también tiktoker, ciclista de competición y hasta profesora de matemáticas; además de eso, incluso tuvo tiempo para ser madre, seguramente la mejor y más importante de sus ocupaciones. ¿Acaso alguien duda de que esta mujer es una verdadera creadora de obras de arte?