Hay por ahí un dicho que sostiene que el arte sale del alma, que no es más que la expresión de algún sentimiento humano que, por un momento, ha salido de la mano del artista y lo ha plasmado en una obra real y tangible. Yo no sé si podría llamársele así, aunque encuentro mucho sentido en esto que lees; sin embargo, a poco que uno se dedique a leer sobre el mundo artístico, se da cuenta de que hablamos sobre una mezcla del mundo terrenal y del espiritual, y que a veces es difícil marcar una línea.

Por ejemplo, leí el otro día un interesante artículo sobre la pornografía en la arquitectura, escrito por un arquitecto para más inri, que sin duda ha debido escarbar en su trabajo y pensarlo mucho antes de tratar sobre un tema así. Y es que este profesional va mucho más allá de eso de «el arte imita la vida«, porque asegura que en su campo, a veces se usan ciertos efectos que acaban por convertirse en hábitos, y que acaban llevando a los clientes a experimentar una especie de fantasía porno, donde todo es perfecto y parece que se ajusta al mílimetro a sus gustos y necesidades, incluso hasta creando una cierta excitación que puede muy bien confundirse con el placer sexual.

Bien, es como tener una propia zona porno gratis, por más que esto suene a emular a las numerosas webs de videos xxx y fotos eróticas o pornográficas, que se quedan con una buena parte del visionado de la gente en internet. Porque, otra cosa, es que la pornografía sea considerada o no un arte, aunque parece que el acceso a ella desde internet la haya desvalorizado mucho, tanto por su fácil disfrute como por la cantidad y la calidad. Por ejemplo, el porno amateur, aunque parece que cada vez disfruta de más adeptos, claramente ha conducido a que las películas para adultos no se consideren ni siquiera un trabajo de primera, ya que parece demostrar que cualquiera, con una cámara y muchas ganas de ser exhibicionista, puede hacer un video porno sin mayores complicaciones. Así que, claramente, ya nadie piensa en ello como una manifestación artística, como comprenderás.

Sin embargo, no se puede negar que la sexualidad y el erotismo siempre han formado parte de nuestra propia naturaleza. ¿Acaso los escultores de la antigüedad no insistían en esculpir cuerpos desnudos, pensando que representaban la perfección del universo? Y por mucho que lo hicieran con fines artísticos, nótese que lo hacían ajustándose a los cánones de belleza del momento; vamos, que consideraban que sus estatuas eran hermosas porque mostraban cuerpos hermosos, y claramente sentían cierta excitación hacia esa belleza estática. ¿Y acaso no se podrían considerar que eran un poco pornográficas? Y lo mismo con las pinturas de desnudos de siglos después, que por mucho que clamaban por el sentido artístico para poder evadir la censura de las distintas épocas, pues no nos engañemos: se tiraba de hombres y mujeres desnudos para atraer la atención sobre la obra, y verla provocaba un placer que podía ser espiritual, pero también sensorial.

Y eso que no todo pasa por el ojo, no te vayas a creer. ¿Sabes ese género que llaman novela erótica? Puede que casi sea lo más parecido a la pornografía, sólo que en este caso el único órgano que usas es la mente. Todas las palabras que lees tienen que ser capaces de crear en tu cabeza las imágenes más sensuales y sexuales, que llegan al punto de excitar tu líbido, sin que en realidad haya nada físico a lo que atenerse. Sería algo así como disfrutar del porno, pero de una manera más refinada, incluso más intelectual si lo quieres así. Pero, de nuevo, estamos ante una manifestación artística… y una vez más, buscamos imitar a la vida con el arte.